Los consejeros de seguridad de EE UU y China se reúnen doce horas en secreto en Malta para tratar sobre Ucrania y Taiwán | Internacional

Los consejeros de seguridad de EE UU y China se reúnen doce horas en secreto en Malta para tratar sobre Ucrania y Taiwán | Internacional

Los consejeros de seguridad nacional de EE UU, Jake Sullivan, y de China, Wang Yi, se han reunido este fin de semana en Malta, en un encuentro guardado en el mayor de los secretos hasta su conclusión. Ambos altos cargos han celebrado conversaciones “sinceras, sustanciales y constructivas”, para tratar sobre asuntos que han incluido la guerra en Ucrania, según comunicados de ambos Gobiernos. Las dos grandes potencias económicas tratan de estabilizar sus complicadas relaciones desde hace meses, tras una etapa de congelación casi absoluta, pero su profundo antagonismo se mantiene.

Sullivan y Wang Yi se han reunido durante un total de doce horas en diversas sesiones a lo largo del sábado y el domingo, según ha especificado un alto funcionario estadounidense que habló bajo la condición del anonimato. Se registraron ciertos progresos: Washington ha percibido señales “limitadas” de que China permitirá ciertas comunicaciones entre los ejércitos de los dos países. Hasta ahora no había ningún tipo de interlocución, lo que, en opinión de Estados Unidos, podía conducir a que algún incidente desencadenara una crisis de consecuencias imprevisibles.

Según la citada fuente, Sullivan planteó la preocupación de su Gobierno sobre el apoyo de China a Rusia en la guerra en Ucrania y sobre la presión militar de Pekín a Taiwán, que ha denunciado el sobrevuelo de decenas de aviones militares chinos en su zona de exclusión aérea esta semana. Por su parte, Wang Yi advirtió de que la isla es la “primera línea roja que no debe traspasarse” en la relación.

Los dos países han celebrado una intensa serie de contactos desde un primer encuentro en Viena en mayo entre Sullivan y Wang Yi, también mantenido en secreto hasta el último momento. Aquella reunión supuso un punto de inflexión en las relaciones bilaterales, caídas en picado después de que Estados Unidos derribara a principios de febrero sobre sus aguas territoriales un globo chino al que achacó funciones de espionaje.

Desde entonces, todo un elenco de representantes del Gobierno de Estados Unidos han viajado a Pekín, a ritmo casi mensual: en junio, el secretario de Estado, Antony Blinken, se reunió con el presidente chino, Xi Jinping. En julio, la visitante fue la secretaria del Tesoro, Janet Yellen. La responsable de Comercio, Gina Raimondo, concluyó su gira hace apenas dos semanas. Pero esos desplazamientos de funcionarios estadounidenses no han tenido reciprocidad, al menos hasta el momento, del lado chino.

Xi se abstuvo de viajar a Nueva Delhi para la cumbre del G-20 presidida por India la semana anterior, lo que impidió un encuentro cara a cara con el presidente estadounidense, Joe Biden, que desde hace meses asegura que se reunirá con su homólogo y que se declaró “decepcionado” por la ausencia. El propio Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca señalaba, en declaraciones previas a la reunión de las principales economías del mundo, que desconoce aún si el líder chino acudirá, como desea Washington, a la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), prevista para noviembre en San Francisco.

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Ambos líderes se habían reunido el año pasado en los márgenes de la cumbre del G-20 en Bali (Indonesia) para enderezar la marcha de la relación bilateral. Acordaron entonces dar pasos para gestionar su rivalidad y restablecer la confianza mutua. Pero el incidente del globo aerostático hizo saltar temporalmente esos planes por los aires.

Los dos países rivalizan en casi todos los aspectos, desde el liderazgo tecnológico al poderío militar, pasando por el peso económico y diplomático. Ambos difieren diametralmente en asuntos como la situación de Taiwán. China considera esa isla de gobierno democrático y alineado ideológicamente con Washington, parte inalienable de su territorio, y no renuncia a utilizar la fuerza para conseguir la unificación. Estados Unidos estipula que el estatus de Taiwán no está resuelto. Aunque insiste en que no apoya la independencia de la isla, y mantiene una “ambigüedad estratégica” acerca de si acudiría en su ayuda militarmente en caso de ataque, ha intensificado con rapidez sus lazos con ella, especialmente desde el mandato del anterior presidente, Donald Trump.

Al mismo tiempo, las economías de Estados Unidos y China se encuentran íntimamente imbricadas en una relación comercial de más de medio billón de dólares anuales. Estados Unidos insiste en que desea gestionar de modo “responsable” la relación, para colaborar con China en asuntos de interés mutuo —el cambio climático, por ejemplo— y gestionar sus diferencias, de modo que se evite que los desacuerdos puedan llevar a consecuencias indeseadas.

En un comunicado distribuido por la agencia de noticias china Xinhua, el Ministerio de Exteriores chino ha indicado que en la reunión de Malta ambas partes acordaron mantener intercambios de alto nivel —un lenguaje que podría abrir la puerta a la presencia de Xi en la cumbre de la APEC— y mantener consultas bilaterales sobre temas clave en los que ambos Gobiernos divergen: cuestiones de la región de Asia-Pacífico, asuntos marítimos y política exterior.

Por su parte, en otro comunicado, la Casa Blanca ha apuntado que ambas partes están “comprometidas a mantener este canal estratégico de comunicación y continuar los contactos y consultas de alto nivel en áreas clave en los próximos meses”.

Ambos países hicieron mención específica a Taiwán: Wang advirtió de que la isla es “la primera línea roja que no debe traspasarse en las relaciones entre China y Estados Unidos”. Por su parte, Sullivan destacó la “importancia de la paz y la estabilidad en el estrecho de Taiwán”.

La reunión de Malta se producía entre rumores sobre la desaparición del ministro de Defensa, Li Shangfu, al que no se ha visto en público en las últimas dos semanas y de quien Washington sospecha que pueda haber sido sujeto a una purga. Sería el segundo ministro relevado sumariamente en este verano, después de que el entonces ministro de Exteriores, Qin Gang, quedara sustituido por Wang tras apenas unos meses en el cargo. Una alta personalidad estadounidense que habló bajo la condición del anonimato indicó que el asunto no se abordó en estas conversaciones.

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